Relato de un sueño, de un sueño perturbador, que soñé y me soñó, que vi y me conmovió, porque la otra noche cuando tiempo atrás yo dormía, soñaba que mi vida era una pesadilla.
Que un año de ella había pasado y que un año yo había soñado, no había vivido, no había estudiado, solo soñado, dormido y pensado.
Pero pensar con los ojos cerrados, ¡y no vivir!, sino olvidar sin poder recordar, el tiempo no vivido sino perdido.
Me hacia temblar y llorar, pensar en el hecho de no haber estado presente en todo ese tiempo, e imaginar cuántos besos no dados, cuántos amores no sentidos ni perdidos, cuántas tristezas y alegrías, todas ellas no vividas, cuántos dolores no percibidos, cuántas comidas no comidas, cuántas palabras y frases no dichas, cuántas cartas con sus mensajes no escritas, cuantas manos no jugadas, ni cartas barajadas, cuántas carreras no corridas, ni ganadas.
Todo por un tiempo que perdí, un instante que extravié, una vida que se convirtió en un rompecabezas incompleto cuya pieza faltante quemé, y que imposible se me hizo completar con otra de otra vida, porque vida es un sola y vida, hay una, porque si otra hay después de esta, nunca son iguales, ni tampoco son las mismas. Si sucesivas vidas son, que de mi no son, del sueño, de esa muerte en vida, no me corresponden, de mí no son, de otro extraño son.
Pero tranquilo, en paz estoy, porque la noche se acabó y la mañana llegó, amaneció y el tormento terminó, un salto di y de la cama a la realidad pasé, y allí me llegó un profundo alivio, una baldada de agua fría en mi cara, con una paz interior que como refrescante brisa en el rostro, me seca el sudor y desaparece mí temor, en ese instante me dije:
¡Era un sueño, gracias a Dios no era verdad! ¿O si?
Diego Gerardi
